La poesía de Vicenzo Cardarelli

Por Karla Sán

vincenzo-cardarelli-891_514x600f.7014f

Nazarenzo Cardarelli (Tarquinia, 1887 – Roma, 1959) mejor conocido como Vicenzo Cardarelli, fue un dedicado autodidacta italiano que bien podría ser consagrado como todólogo. Dentro de los numerosos trabajos que desempeñó, el de redactor fue el que lo impulsó a colaborar en numerosas revistas y periódicos, acercándolo a la esfera del arte literaria.

Aunque su vida se vio afectada por el Mal de Pott, continuó con su labor de redactor y poeta, pendulando entre las vanguardias de la época. De ahí que en su poética podamos constatar un expresionismo lingüístico sencillo y desarraigado, no sólo de las estructuras métricas del siglo anterior, sino también del lenguaje áulico al mantener un registro coloquial, registro no precisamente pobre en cuanto a metáforas, pero tampoco muy atento respecto a las figuras retóricas.

No es de extrañar que Cardarelli, quién vivió gran parte de su vida apartado y en contacto con su soledad existencial, haya muerto en la pobreza el 18 de junio en un Hospital de Roma.

**********************************************************

Alla morte

Morire sì,
non essere aggrediti dalla morte.
Morire persuasi
che un siffatto viaggio sia il migliore.
E in quell’ultimo istante essere allegri
come quando si contano i minuti
dell’orologio della stazione
e ognuno vale un secolo.
Poi che la morte è la sposa fedele
che subentra all’amante traditrice,
non vogliamo riceverla da intrusa,
né fuggire con lei.
Troppe volte partimmo
senza commiato!
Sul punto di varcare
in un attimo il tempo,
quando pur la memoria
di noi s’involerà,
lasciaci, o Morte,
dire al mondo addio,
concedici ancora un indugio.
L’immane passo non sia precipitoso.
Al pensier della morte repentina
il sangue mi si gela.
Morte non mi ghermire,
ma da lontano annùnciati
e da amica mi prendi
come l’estrema delle mie abitudini.

A la muerte

Morir, sí,
no ser agredidos por la muerte.
Morir convencidos
de que un viaje semejante sea el mejor.
Y en ese último instante estar alegres
como cuando se cuentan los minutos
en el reloj de la estación
y cada uno dura un siglo.
Ya que la muerte es la esposa fiel
que sustituye a la amante traidora,
no queremos recibirla como intrusa,
ni huir con ella.
¡Muchas veces partimos
sin despedirnos!
En el punto de traspasar
por un momento el tiempo,
cuando incluso la memoria
desaparezca de nosotros,
déjanos, oh Muerte,
decir adiós al mundo
concédenos otra demora.
Que el atroz paso no sea precipitado.
Pensar en la muerte repentina
me hiela la sangre.
Muerte, no te apoderes de mí
mejor desde lejos anúnciate
y amigable tómame
como la última de mis costumbres.


Vicenzo Cardarelli
Traducción Karla Sán

mortem

La poesía de Teresa Wilms Montt

Valle-Inclán diría de Teresa Wilms Montt (Viña del Mar, 8 de septiembre de 1893 – París, 24 de diciembre de 1921) : «Maravillosa virtud la de esta voz que golpea la puerta de bronce del templo de Isis: los ecos milenarios se despiertan, y las sombras antiguas acuden al conjuro, pasan guiadas por la música de las palabras que se abren como círculos mágicos en un aire nocturno».

En la actualidad, lo mejor que podemos decir sobre ella es que hay que leerla, no dejemos que la voz de esta poeta chilena se pierda.

ter1

Contenidos en su antología «Anuarí», estos son algunos de sus poemas:

***************************

Regaló la noche al pantano una estrella

centro de la esfera fangosa irradiaba el astro en la podredumbre verde, palacio de reptiles

y en coro alrededor, lotus de veneno surgían sapos inquietando el sosiego de los valles con el croar siniestro

despertó el águila, y abandonando la roca, voló hacia el plano

el punto fulgurante marcó su orgullo

creyó rasgar el azul para rozar un astro y precipitóse al pantano putrefacto

llevóse la estrella la rapiña a lo hondo, estampada en las soberbias alas

estallaron resoplando cual instrumento, destrozados, los reptiles y los sapos.

**************************

Se ahogó mi risa en el espejo

largo crujido siniestro lanzó a la noche el cristal de plata

una, dos… calló la hora, metal frío de planeta en la rigidez del páramo

epiléptica de calentura la luna se dio a los balcones

y el cadáver de mi risa es una esmeralda blanda que al deshacerse vuelve en la superficie argollas y cruces brillantes.

***************************

¡Anuarí! ¡Anuarí!

Espíritu profundo, vuelve del caos

torna en misteriosa envoltura, huésped de mis noches glaciales

que tus dedos de sueño posen sobre mis párpados desvelados

ciérralos, Anuarí

veneno sublime, da muerte a mi cerebro aterrado

quédate sobre mi fosa sonriendo enigmático

sonrisas de ultratumba, sombra y luz, sonrisa tremenda que me ha aniquilado

¡espíritu profundo, vuelve del caos!

se han muerto todas mis flores, sólo queda para tu hambre la sangrienta herida de mi corazón partido

Anuarí, Anuarí. ¡Sucumbo en el torbellino de los astros locos que se precipitan!

¡Vuelve del caos!

teresa-wilms

COLUMNAS VERTEBRALES DE ACETATO

celulosa

A la memoria de mi abuelo.

 

De esa película que nunca filmé ya sólo quedan nuestros vestuarios polvosos

En el ropero también está tu gancho

 el papel tapiz se cae a pedazos

en él se ven proyectados algunos créditos, pero el sonido ya no sirve

 me quedé esperando los violines

alguna vez pensé: esto no es una pared, esto es nuestra vida

aún no he dejado de habitar este mundo

aún vive la envidia, el rencor, las ganas de ser:

de ser más que el otro, de hablar más que el otro, de recibir más aplausos que el otro

 de publicar más pendejadas que el otro.

Pero sin querer tocamos con nuestros dedos lo que quedaba de las paredes

y el papel tapiz que puede ser del color que tú escojas comenzó a incendiarse

en el ropero también estaba tu gancho, tu vestuario ¿aún recuerdas?

si se ha destruido la película es porque se ha quemado el acetato de celulosa

¿Pero a quién carajos le importa el acetato con tanta tecnología y con tan poca memoria?

memoria de mierda a corto plazo

se nos ha hecho creer que los personajes de las películas son inmortales

y que lo que importa es que al final Jasón y Medea o Barbie y Ken o Ken y Ken o Barbie y Barbie

se queden fornicando, porque a eso llamamos libertad, <flujo> de conciencia

pero yo sé que alguna vez viste las cenizas cubriendo la plaza de la ciudad y sus museos

cubriendo los cuerpos a su vez cubiertos por bolsas negras y nuestras credenciales

los cheques de banco y las casas desalojadas

la sangre seca en algún barandal y el zapato perdido.

La verdad es que quisiera estar segura de saber a quién le hablo, pero ya no sé a quién le hablo

ya no venden rollos de acetato y tampoco sé cómo hacer otra película

me estoy haciendo vieja para aprender.

Miro las cenizas en mis manos

y pienso que esas cenizas también están mezcladas con los huesos calcinados de mi abuelo

y pienso que le debo otra película

que esa es mi pequeña y secreta misión, porque nunca pude terminar criminología

porque nunca logré aprender a disparar un arma.

Mi abuelo fue de los que trataron de ser buenos pero en el camino se convirtieron en malos

mi tío fue de los que trataron de detener la droga pero la acabaron distribuyendo

mi papá fue de los que trataron de ser revolucionarios

pero acabaron confundiendo cabezas de políticos con las de venados

mi ex novio fue de los que trataron de cantar corridos pero acabaron acuchillados

Las mujeres de mi familia fueron de las que no trataron de hacer algo y lo lograron

y es que nuestras caídas a la luz de ciertos proyectores producen una sensación de alivio, de liberación.

Leí una vez que una periodista escribió:

“¿Cómo puede ser posible que la fuerza del pueblo,  la unión, no hayan sido suficientes como para defender al pueblo de México de sus actores?”

Y horas después, ese mismo día, escuché como una mujer en Hacienda le gritaba a un funcionario: “Llevo trabajando desde los 8 años y si me quitan lo que he ahorrado, mato”

Mato. Mato. Mato. Mato.

Y el funcionario no le contestó lo que todos hubiéramos esperado: “Señora, matar está muy mal, matar es un acto que se condena en nuestra sociedad”, sino que le dijo: “Señora, quédese tranquila, tenemos la situación bajo control”.

Ambos eran actores y se habían mentido a la cara, es el precio a pagar cuando no se cuenta con una buena educación teatral (no mentiré aún así disfruté del espectáculo).

Y yo pienso que seguro antes, en la época de mi abuelo, la gente estaba dispuesta a organizarse, a que los mataran:

Mataran. Mataran. Mataran. Mataran.

A que los apedrearan, a que los violaran o a que los torturaran, porque ante todo siempre estaban dispuestos a atacar. Porque antes la gente estaba dispuesta a reconocer que había alguien parado ahí enfrente y se miraban a los ojos.

Y por eso se iban a la clandestinidad, se iban a la selva, a la montaña, o a un pueblillo con falsas identidades para construirse una propia, para cobrar vida y planear el ataque.

Pero yo sigo sin encontrar ese tipo de acetato (incluso tontamente llegué a preguntar por él en Cuba hace algunos años).

Y siento que lo único clandestino en mí es el miedo; porque nos dijeron que lanzar una piedra contra un aparador era un acto de terrorismo extremo y nos lo creímos, de ahí tantos otros malos actores, que reconoces porque se llaman así mismos punks o anarquistas del nuevo orden mundial. Y van por la vida simulando actos de violencia moderada. Y pienso en la moderación inmensa que me habita, digan lo que digan mis palabras y mis acciones, sucedan éstas dentro o fuera de mi película.

Y cuando el sistema se organiza, como se está organizando ahora para terminar de destruirnos y supongo de destruirse, nos juntamos en las plazas y contamos cuántas miles de personas somos y discutimos con los periódicos sobre la cantidad de personas que estuvimos ahí y pensamos que es grave el hecho de que ellos mientan al pueblo. Porque a la mañana siguiente el periódico dirá que al final del día, tanto manifestantes inconformes, como la policía (la única que da la cara) aprendimos a fumar la pipa de la paz, ya todo ha pasado. Pero el fútbol y la televisión abierta no son opio de verdad, y como a nosotros no nos gusta que nos llamen “inconformes”, nos inconformamos.

Y yo siento que lo que habita en el fondo oscuro de nuestros discursos no es otra cosa que el terror a perder los cimientos sobre los que fuimos construidos.

En la película que he imaginado para mi abuelo hay un helicóptero que filma desde arriba el zócalo con sus millones de hormigas manifestantes y en otro plano, ubicado más arriba del helicóptero, están nuestros verdaderos padres y abuelos, ahí están sus casas, que son las casas de nuestros gobernantes y sus congresos, ellos son los que en realidad nos parieron y no lo digo yo, lo dice la Historia, yo creo que incluso mucho antes que los micénicos. Pero nosotros seguimos conversando como si no existieran, como si lo único que existiera es del helicóptero para abajo, pero el truco está en aprender a ver del helicóptero para arriba, porque así uno actúa mejor y hace su mejor esfuerzo, porque entonces nuestros padres se pueden sentir orgullosos de sus hijos rebeldes, orgullosos de vernos debatiendo y pensando desde sus ventanas. Y es que uno nunca sabe, quizás algún día, como por golpe de suerte, al más atinado y elocuente de nosotros le tiren una cuerda dorada por donde subirá para ser abrazado y cuando lo abracen sentiremos que lo abrazan por todos.

Y por eso formamos asambleas y las decoramos, les ponemos nombres vistosos: “Asamblea feminista”, “Ecología y Sanidad”, “Desobediencia, vivienda y política”, “Migración y aguas negras”, “Desempleo y otras alternativas”, “Medioambiente y comunidad LGBT”, “Sociedad y aborto psicológico” “Escritura creativa que no es escritura creativa” y “Reflexión en tardes de sillón rojo”. Es la increíble película del mundo del movimiento social que en tantos años de “democracia” nunca se ha animado a vincular la práctica política con la acción, porque creen que simplemente no es necesario.

Y nosotros nos quedamos en el zócalo dialogando entre nosotros, manifestándonos más allá del horario permitido por nuestros padres y sentimos que esa es nuestra gran victoria, la de manifestarnos más allá de la hora lícita. Y dejamos el zócalo hecho una mierda con embaces de licor barato y cartones de cerveza, porque así llamamos también su atención, seguro ahora así la cuerda dorada está cerca, o tal vez algún diploma, un reconocimiento, o por lo menos los chilaquiles para la cruda.

Y siento alrededor de mí una inmensidad muy grande, una sensación de imposibilidad, de ruina, como si mi cuerpo fuera el desierto en donde los espejismos son la verdadera iluminación.

Y siento que la guerra que pedimos ya se está jugando en el desierto de cada uno. Entre nosotros y la soledad, entre nosotros y nuestra propia idea de nosotros mismos. Entre nuestra rabia tan bien maquillada y nuestra frustración, nuestra profunda tristeza. Y pienso que será una batalla que no estará exenta de violencia contra uno mismo. Alguien va a terminar con el papel tapiz y los vestuarios calcinados, sólo bastará con soplarles y alguien va a filmarlo, desgraciadamente no seremos nosotros, todo pasará como en big brother.

Los artistas rara vez hablan de economía o de muertos, a menos que les caiga cerca la desgracia, pero es raro. Nosotros siempre miramos de reojo al que nos da de comer: es decir, a los estados, o los ayuntamientos o las empresas que subsidian las presentaciones, festivales, o congresos. Si al menos hiciéramos una biografía de cada uno de los que sostienen el mundo cultural. Si al menos pudiéramos analizar los negocios en los que participan los que sostienen este lugar que estamos habitando hoy. Pero como dijo Maurice Blanchot y como bien sabía nuestro queridísimo Paz: “La cultura es ese lugar en donde el poder siempre encuentra a sus cómplices”.  Porque no hay que ser como el perro que le muerde la mano al que le da de comer. Quisiera decir que ya tengo rabia, pero lo único que hago es morderme la cola a mí misma. Una y otra, y otra vez.

Y pienso en el miedo. Y pienso en su otra cara se llama ego. Un asqueroso ego que se multiplica por todos lados. Y pienso que por eso ejercemos de manera esquizofrénica el rol del jefe y del empleado temeroso a ser despedido, y recuerdo que ya no me hablan los compañeros de trabajo ni los de escuela, ni los de la infancia. Y lo merezco, de hecho ni siquiera merezco hablar en plural en este poema que ya no me importa si ha dejado de serlo, porque esta es la rabia, he aquí la rabia de la simulación, la de querer jugar al destierro y algunos han dicho a mis espaldas: “ella cree tener rabia y además plagia, salúdenla a escondidas, pero que el gran jefe no lo advierta”, ese que es jefe porque ya ha publicado y ha ganado premios, ese que es innombrable. Y al que yo misma le construí una escultura de chicle. Ahora me siento vencedora por ganar su desprecio, por lo menos ahora como perro tengo la oportunidad de mearle, por lo que a usted y a su fiel ciervo les comunico: Ya casi me voy, lloren.

Y recuerdo lo que dijo alguna vez Marco, el argentino poderoso: “Y por eso nos seguimos pensando solos. Nos quebraron los lazos colectivos, somos como una gran manada de árboles navideños y tenemos hasta el tuétano la imagen del héroe. Da igual que sea el Capitán América o el Che Guevara. Seguimos habitando sombras sueltas, despojadas del lugar del que nacieron. Porque ya nadie sabe quiénes fueron los que sostuvieron al Che, o los que lo dejaron caer en Bolivia”.

Y por eso yo me sigo imaginando con un traje falso de heroína solitaria y en mi película grabada con celular no quedará más remedio que hacer un simple monólogo que diga:

Voy a poner en la pared de fondo a todos los líderes democráticamente elegidos por los estados de México y les voy a pegar un tiro en la frente, si es que ya tengo la seguridad suficiente como para no pegarle un tiro a alguno de los actores.

Pero no puedo seguir porque hay una voz que interrumpe constantemente. Es la voz de mi abuelo diciendo: “Si quieres tomar algo de nosotros, si quieres el acetato, toma la capacidad de pelear por un sueño”

Y yo le digo, casi sarcásticamente: ¿Un sueño? ¿Qué sueño? ¿La utopía?

Y él me dice muy serio: “Sí, la utopía”

Y yo le digo: Pero ya no hay lugar para la utopía. La herencia más siniestra que nos dejó el comunismo fue la idea del hombre nuevo, que es la contracara perfecta del estúpido hombre bueno del capitalismo. Hubo militantes guerrilleros que violaron incluso a menores, y hubo poder. Hubo mucho poder. Y sobre todo volaba la idea de ese <hombre nuevo> y de esa nueva sociedad radiante y feliz.  Ese mundo irreal, tan irreal como la familia bondadosa del capitalismo.

Y él me pregunta con cierta rabia y tristeza: “¿Entonces ya te pasaste al grupo de los incrédulos?”

Y yo le digo: Tenemos demasiadas cosas que aprender de ustedes, pero no la ingenuidad del mundo nuevo.

“¿Y por qué van a luchar entonces?”, me pregunta él

Por algo que no sabemos qué es, pero que será imperfecto. Aunque eso sí, no tan imperfecto como este infierno de espejos en el que vivimos.

“Qué tengan suerte”, me dice y me toca la cabeza. “Y cuídate, yo sé como operan, son asesinos”

Y desaparece.

Y yo me recuesto en el zócalo, pensando en lo mucho que odio a Shakespeare y de cómo es que siempre, de una u otra forma, aparece, aunque yo trate de ser una antiseñorita, una antibufona, una antimusa. Y miro las estrellas y miro cada pedazo de cielo oscuro como si fuera el reflejo de un muerto que fue tirado en el río: maldito Shakespeare, maldito rey león. Y pienso que somos miles los que estamos así en este momento, mirando con impotencia el cielo. Y me pregunto:

¿Hasta dónde pusimos el cuerpo?

¿Dormir recostados sobre la plancha fría una semana es poner el cuerpo?

¿Recibir tres macanazos de la policía en la espalda es poner el cuerpo?

¿Hacer clown frente a los militares es poner el cuerpo?

¿Sacarnos una foto en la manifestación y subirla a facebook o twitter es poner el cuerpo?

¿Cuándo dejamos de creer que este sistema, que nuestros propios padres nos iban a salvar la vida?

¿Cuándo sentimos verdaderamente el miedo a no tener con qué sobrevivir?

Hemos evitado las preguntas que siguen volando en nuestro interior como palomas acurrucadas detrás de un agujero. Porque en mi casa el agujero se llama dinero y se llama soledad, y se llama dolor celosamente guardado, tristeza o melancolía. Y se llama amigos de vida y familia, y se llama lo que todos ellos esperan de mí y lo que yo misma sigo esperando de mí. Y se llama terminar una carrera creativa, carrera artística (por cierto que asco de palabras unidas, carrera artística…) si al menos fuéramos como los pintores anónimos. Y se llama la casa y el carro que esperan que tenga, y se llama la familia que esperan que forme, y se llama el odio que no puedo pensar, y se llama jodida esperanza, que como quema y como arde no he aprendido a compartir. Y se llama miedo.

Porque nadie va a destruir nada sin mirar antes a los ojos, y nadie va a construir nada tampoco.

Y yo pienso en mi abuelo, y pienso en la responsabilidad con la que él pensaba en la violencia y en la muerte, para ejercerla día con día. Y pienso en la violencia estúpida que también marcó mi vida, la violencia en mi casa y las peleas estúpidas para ver quién era más fuerte. Y en como mis amigas y yo queríamos creernos hombres, gays, fuertes. Y en los balazos que mataron a mis amigos en Cuernavaca.

Y por eso aseguro: aprenderemos a prender fuego a todo lo que tenga que arder. Y aprenderemos a cuidar aquello que nunca se debería quemar. Y yo que crítico tanto las referencias no puedo evitar citar una parte de Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino que dice:

“El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio».

 Por Melissa Méndez

Olas…

sabina

 

Un círculo perfecto en el lado superior izquierdo de la concha nácar,

dos conchas con la misma característica,

cada una es diferente: ésta, aplastada… esta otra, abombada,

 el mismo círculo que los hormigueros o los hoyos del cangrejo en la arena, el iris del ojo… círculos, círculos, círculos…

El cabrito lija su cornamenta a la sombra del viejo y torcido abedul,

sus ojos beben el brote de ovejillas que pastan en el horizonte,

la ola crece,

la mujer se dispone a cremar a su difunto y el corazón salta de su espinoso tórax y muerde,

la redondez de la alta roca parece hecha a mano, una luna de nácar. Un sol de piedra, coco peludo. Las burbujas de tu mirada, la naturaleza es geométrica y aquí no cabe la casualidad…

La pianola pasa de una ventisca de corceles a un súbito naufragio,

hacia las diez de la mañana, el guardián del faro regresa a casa, la ola nos arrastra a la playa,

bravíos canes ladran a la vieja descalza y su transparente  osamenta,

la arpía tiembla. Una estatua ríe. Sus ojos enrojecen. Nadie se percata,

el minuto escurre.

La erección en la entrepierna apunta al firmamento,

nubes constantes presagian la tormenta,

esta otra concha tiene forma de monte,

incluso con su fauna y flora.

¿Es el mismo cráter el del coral que el de la luna?  Mírame mundo, mírame  ¿en qué arrecife de conciencia me has plantado?

la arena que se revuelca en las olas es la fumarola de un volcán,

la espuma tiene el mismo material que las nubes,

las ondas de los rayos que penetran el agua son relámpagos, conexiones neuronales y la piel de una rana.

 ¿Qué hace una pluma en el mar?

Voy tirada por una brida de cornejas,

Voy pendiendo del hilo de mi boca…

T’SHIMBALTAH A METNAL, T’SHIMBALTAH A METNAL

Visitamos tu infierno, visitamos tu infierno,
CHEN TUS, CHEN TUS
sólo mentiras, sólo mentiras…

Voy diciendo incoherencia y cada palabra edifica un templo

voy escurriendo entre las ruinas, desnudo y lleno de espuma

voy bajando los peldaños

enmohecido y medio muerto.

 Te veo convertida en un cuchillo que taja el viento

te veo como un soplo que desviste la llanura

vislumbro tu figura de vencejo…

Veo que oradas las alturas y finges un desvanecimiento…

            El sol, el sol cae muerto. Me despierto y me detengo

 

Isis jadeante excitada con el vestido abierto a la sombra de la jacaranda,

nace Horus entre lloriqueos y un aullido lobezno,

hace demasiado viento, el serpentario grazna. Delira Horus indomable,

arranca con todo y botones la camisa de la memoria amamantando,

su cuello blanco y suave. Los ojos del falcónido.  Sus ojos. La tarde.

Bebe Falco sediento el pecho sangrando,

cabalga y su crin se eleva tras briosos los saltos.

La tarde bajó la mirada. La memoria jadeante y colmada

que nadie toque la tierra de los muertos, sólo pueden  tocarla los pies descalzos

algunas cornejas se avistan a lo lejos  y llueve humo como sentencia.

Te amo agua que envuelves mis manos con camarones y blancas garzas que son velas del viento.

 

 Sabina Xochímitl

sabina2

Despertar en Ayotzinapa

Desperté entre humos sacros,

el coro de ángeles virreinales entonaba:

«Harás también un altar para quemar el incienso» (Ex 30, 1)

Entonces se elevó el incensario hasta llegar a la altura de mis ojos, -ellos- lo movían de adelante para atrás y nunca de atrás para adelante. Me enseñaron que esto constituía una sola oscilación, pero que en el caso de requerir una doble oscilación se debería repetir el movimiento externo, haciendo más pronunciado el segundo que el primer movimiento.

La dignidad de la persona o cosa, determinará si la oscilación es una o es doble y es así como se oscilará una o 43 veces más.

bolanos-la_portentosa-1792-01-primary

Por Melissa Méndez

BAILE DE SEÑORITAS

tumblr_mt4rifem2r1sek3eko1_1280

Solidaria

Esta casa habla.

Más bien junta sus esquinas

en un esfuerzo conmovedor.

Cruje su madera,

suenan las bisagras

mientras cruza la pena

de una pieza a otra

arrastrando los pies.

 

La santa de terciopelo

La Santa vestido de terciopelo

le cuelgan abalorios.

En andas.

Viaja sobre los hombros

y le agitan pañuelos blancos

Sortea temporales

inmóvil.

Fija la mirada.

Fijo el madero portentoso

de su cuerpo.

Sobrepuestos los retazos

de otros rezos.

La pueblan arañas y polillas.

Resplandeciente el rostro

policromado.

Bajo las ropas sagradas

los velos se pudren

y la madera astillada

se consume.

 

Lo que amamos se deshace

En noches vacías como domingos.

Nada hay que pueda llenarnos el corazón.

Nada

¿Qué podemos hacer

si lo más bello es lo que no ha pasado?

apenas temerle al minuto sin sombra

volvernos caracoles

y rodear el universo de dos metros

con un hilo de plata

o esperar que la gracia caiga sobre nosotros

derramada como una copa de vino.

 

(Se triza el mundo conocido)

Primero fue una fisura

en el mundo conocido.

Y luego, el hueso expuesto

la sangre detenida,

cadáveres sosteniendo

pocillos de cloro

en el hueco de la mano.

Todavía despierto

agarrada la cabeza

el ojo hermético.

La palabra dispuesta a retener

este mundo en descalabro.

Rosabetti Muñoz


Rosabetty Muñoz (Ancud, Chile, 1960). Desde su titulación como Profesora de Castellano ha ejercido labores de docencia en distintos establecimientos educacionales de Chiloé y participado activamente del desarrollo cultural del sur de Chile. Ha publicado Canto de una oveja del Rebaño, Ediciones Ariel, Santiago (1981); En Lugar de Morir, Editorial Cambio (1987); Hijos, Editorial El Kultrún, Valdivia (1991); Baile de Señoritas, El Kultrún (1994); La Santa, historia de su elevación. Lom ediciones (1998); Sombras en el Rosselot, LOM ediciones (2002); Ratada, LOM ediciones (2005); y En Nombre de Ninguna (ediciones El Kultrún, Valdivia, 2008). Su poesía también ha sido incluida en diversas antologías, entre ellas: Un ángulo del mundo. Muestra Poética, Encuentro Iberoamericano de Poesía. RIL (1993); Veinticinco Años de Poesía Chilena, Calderón, Harris, Calderón. Fondo de Cultura Económica (1996); Antología del Poema Breve en Chile, Floridor Pérez, compilador. Editorial Grijalbo (1998); Escritoras Chilenas, Linda Koski. Editorial Cuarto Propio (1998); Antología de Poetas Chilenas, Eugenia Brito. Dolmen Ediciones (1998); Antología Poética de Mujeres Hispanoamericanas (Siglo XX), Idea Vilariño (compiladora). Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo (2001), Antología de los premios Neruda entre otras. Ha recibido distinciones por su trabajo, algunas de ellas son: Mención de Honor en el Premio Municipal de Poesía de Santiago (1992- 1999); Mención de Honor, Premio Pablo Neruda (1996); Premio Pablo Neruda, por el conjunto de su trabajo (2000); Beca Fundación Andes (2000); Premio Consejo Nacional del Libro por Sombras en El Rosselot, como mejor obra inédita (2002); Obtiene Beca para escritores profesionales del Consejo Nacional del Libro y la lectura (2005)  para escribir texto poético “En Nombre de Ninguna”. Obtiene proyecto Fondo del libro para editar suplementos de poetas del sur de Chile en el periódico El Insular (2007); Obtiene proyecto Fondart para realizar ensayos sobre artistas plásticos de Chiloé (2007). Nominada al Premio Altazor (2009) por el libro En Nombre de Ninguna.

DESPERTANDO

Por Black Bird

inseparabili

Es un tanto curioso ver a Morfeo

como deja despertar a las aves, al cielo y al sol

ver como las personas corren por un tiempo desesperado

ver a los autos en un vaivén eterno corriendo uno tras otro en las avenidas más transitadas y aún así hay quietud en todo esto

más impresionante es ver como ciertas personas se levantan de un letargo

para entrar a otro, y otros, muy pocos

que se despiertan

de un sueño, para entrar a otro.

CAYENDO AL OLVIDO

Los versos se contraponen

los huesos se entumecen y roen

la mitad de la vida se pasa recreando

y la otra muriendo y riendo.

El bosque en llamas

la luna aullando al viento

tratando de desvanecer cualquier tristeza, sólo caigo

no hay nada más.

Tormentas sollozan

incrementan el nudo

crepuscular, intrépido

el que detiene el alba

ya qué se ha detenido

a sí mismo.

INVIERNO

Tiempo inequívoco que al final de la vida llama.

Aquel recuerdo que tengo de total suplicio me llena, me agobia; tanta ansiedad hacia el recuerdo de una vida total y plena.

Todas las apariencias y falacias tiemblan, tanta zozobra inútil y fútil al momento de la última llamada, el último aliento, el último amor, que nunca encontraste de tanta reminiscencia.

Tengo en mis llamaradas un encuentro casual, me remonta a la primavera pero no recuerdo ninguna de ellas:

sólo inviernos…

sólo inviernos…

 

Contacto:

Esteban T. <ericktapiaer@gmail.com>

esteban

Movimientos de la luz

Sebastiaan Bremmer

Sebastiaan Bremmer

 

Usé cocodrilos para atrapar poemas,

querían seda,

enredarse de suavidad

para abandonar

los pantanos

y brillar tumultuosos,

imitando luciérnagas.

Arrojé cocodrilos

esperando un reclamo,

sus atmósferas iban de renglón a renglón

trazando su poderío, sulfuraban.

Subían

sobre las damas cuando ellas estaban desprevenidas

en el baño, intentaban desterrar la noche y en su lugar

plantar un pueblo de poemas dóciles que estrecharan

el vuelo de mariposas con alas de plata. Querían ante

todo regresar, revestirse de seda, ser cargados en las

bolsas de las señoritas como un gran recuerdo de su

existencia: ruidosos, aclamados al ser leídos

sobre las piernas de la señorita,

y con su piel atenuada

hacer de nuevo olimpos sobre ellas.

Querían mitigar el fuego,

ser cándidos con un lenguaje desprevenido

y fue que usé cocodrilos.

La mayoría ya había escapado

por la noche,

sólo algunos se quedaron,

aleteaban quebrados y boqueaban

como peces,

pataleaban tan orates de verse

maltrechos, esperaban.

Con los días extrañaron los

baños de sol,

hicieron fogatas

e intentando de nuevo ser estelas,

se calcinaron varios de ellos pensando

que el sol se atisbaba en el fuego creado.

Sobrevivieron, quedaron negros, ígneos,

monstruosos y fue que por fin aventuraron el grito

al verse.

Intentaron la venganza,

por las noches hacían planes para lacerarme:

me visitaban en mis sueños

transformados en la lejanía

de todas las mujeres que abandonaron,

en otras,

se decían mi reflejo

a los dieciséis años

murmurando:

lo logré.

También el ahogo,

la inanición,

casi ganan,

pero lentamente se fueron transformando,

de ser hombres se volvieron eunucos,

su castración no fue fingida,

tiraron sus miembros negros

afuera de la página,

y al fin montaron los poemas sobre cocodrilos,

enlodados, siguieron el abuso.

 

Eduardo Reséndiz

Contacto: http://www.abraxas894.blogspot.mx

Sebastian Bremmer

Sebastian Bremmer

A Lenin:

Ponme la mano aquí Macorina, ponme la mano aquí…

Después deslízala  sobre la majestuosa cama verde “sólo para fumadores”.

Pásenle por acá jóvenes, pásenle por allá

prueben el albur del cine Tonalá, pero primero la serenidad de un buen té:

Caravanseraï

—   Denle a mi hombre el de La mujer acechada

aunque antes se haya convertido en El hombre que espera.

súbitamente a la fragilidad se le olvida que es ley seguir  corazonadas…

Y también un poco la cuenta (lenta):

1 año

2 años

3 años

4 años

¡Búfalo 66 frente al sillón marrón!

Nuestros cuerpos paralelos sobre las almas perpendiculares

-Mezcal con y sin pepino-  tus ojos con un toque de fortuna dentro del vaso azul

pequeño vaso azul.

También faldas de flamenco y castañuelas salen volando de aquél tren.

Nada te pertenece: resuena mientras camino tocándote la espalda

tocándote tocarme.  Y mientras el magnetismo de la tierra lo permita.

“Arrullo de estrellas”,  la intimidad dentro de mi pajar blanco y en ruinas

te lo digo desde el alma y con el corazón abierto…

Volvería a esperar por ayer (un caracol de siglos más) porque ayer aún late en mí.

Tu mirada que ya me alcanzó entre las manecillas derretidas de este mundo demente.

Gracias

te lo digo desde el alma y con el corazón abierto…

María llena eres de gracia: María Jeannina Marín Tommasi fue el nombre de su madre.

Delicadas coincidencias

fin del acertijo, me lo dijo el Dios google: María es sólo un nombre propio

equivalente a los nuestros: Lenin y Melissa o agua y viento

porque ahora sé que el agua y el viento laten desde el vientre para descubrirse

tan eternos para descubrirse.

 

De Melissa.

 

Resonancia

En el vientre dilatado

En la nalgada de bienvenida

En los llamados de media noche

Que entran pariendo heridas.

 

En mamá y papá improvisado

En cubos de leche temblorosos

En un juego llamado:

“Cómetelo y lo tendrás todo”.

 

En el primer rojo fluido

En un brote matutino

En erecciones cardinales

De barbilla, frente y carillo.

 

En una proyección lunar

Versando a tonos un nombre

Cuarteándose en la piel

Tristezas, alegrías y reproches.

 

En un paso adelante

En un intento de vida

En una madurez que quiere

Ser patrón de rutina.

 

En la toma del dedo anular

En la colcha de uso compartido

En verse forcejeando

Para levantarse los domingos.

 

En el vientre dilatado

En la nalgada de bienvenida

En los llamados de media noche

Que entran pariendo heridas.

 

En el partir de horas y reuniones

En el comienzo de la oxidación

-cutánea

En el falso contacto de los cables

Que te hacen levantar por la

-mañana.

 

En los pasos primitivos

de empezar a calzar ligero

En el pelo deslavado

quebrantándose a destiempo.

Imagen

Daniela Sánchez Chowell

dchowell@live.com.mx