Recuerdo cuando mi ex me dijo que pensaba que era gay y que era mejor separarnos, ocurrió en febrero de este año. Me puse a tragar como marrano y no me levanté de la cama por dos semanas; hasta que un día tocó a la puerta mi hermano para burlarse de mi desgracia. Recuerdo que mencionó algo sobre una colonia de cucarachas viviendo en mi bote de basura y después me dijo que la solución a mis problemas además de contratar a un exterminador era Tinder.
Al principio no le entendí, ¿Kinder?, ¿Huevito Kinder? le pregunté, y seguido le dije: sí, por favor ¡dame, dame!, ¡necesito más chocolate! y tú puedes quedarte con el juguetito sorpresa, pero me contestó: No idiota, ¡Tinder!, Tinder es una app para el celular, bájala, y se marchó con indignación.
Entonces con mucho trabajo estiré mi brazo y tomé mi celular que tenía mocos por tanta lloradera y bajé el susodicho Tinder. Pronto se iluminaron mis ojos… después de haber sido rechazada por un hombre, ahora tenía la oportunidad de rechazar también a miles de fulanos desconocidos con un sólo touch, no se me ocurría una mejor y más placentera venganza hacia el sexo masculino; qué importaba que no fuera a mi ex directamente… Literal mi dedo se cansó de picarle a tanto tachesito, hasta que de pronto vi fotos de güeyes realmente guapos, ¿y por qué no picarle entonces a la palomita?, digo… ¿qué podía perder si mi dignidad ya estaba por los suelos?
Y bueno, de las palomitas llegaron los matches, de ahí los mensajitos, y de los mensajitos las invitaciones a Facebook, de las invitaciones a Facebook los mensajitos ahora por Whatsapp, y de ahí las llamadas por teléfono para finalmente llegar a las incomodas citas…
No relataré todos los sucesos desafortunados que me ocurrieron en estas citas, que van desde silencios incómodos, personas que resultaban no ser la de las fotos, vómito e intentos de violación; simplemente diré que fue un grave y fatídico error. Ya que como ocurre con el huevito kínder todas y cada una de mis citas llegó con una sorpresita… pero no fue una sorpresa agradable, en realidad era cómo si cada vez que tenía una cita con alguno de estos hombres, me saliera uno de esos juguetitos que nunca entiendes bien como armar o que vienen sin algunas piezas, o que simplemente son juguetes estúpidos, sin ninguna utilidad, poco divertidos y feos.
No me malinterpreten, creo que bajo algunas circunstancias, quizás una en un millón… alguien pueda encontrar al amor de su vida en Tinder o por alguna de estas aplicaciones o innovaciones de internet, digo, la tecnología es imparable y la idea es que el humano se parezca cada vez más a un robot para que no tenga que esforzarse por prácticamente nada, y en realidad es una idea tentadora puesto que es divertido sólo estirar la mano y recibir cosas en automático.
Sin embargo, mientras siga siendo humana, entendí que mi solución no estaba en mi maldito teléfono, sino en sacar mi trasero de la asquerosa cama para ejercitarlo, porque la competencia ahora es más grande y no sólo es entre otras viejas, sino también entre otros güeyes con culos más perfectos que el tuyo.
Aunque bueno, también está la opción de respirar, de abrir los ojos y de convivir con el mundo, de simplemente sonreír. Porque uno nunca sabe, quizás el chico que te está pidiendo que le pases la cátsup en tu pizzería favorita, o el que quiere que le pases los limones en la taquería de la esquina ¡pueda ser el bueno!
Melissa Méndez