Insurrectos

Como que no acababa de estar preparada para aceptar lo que había pasado…

Me encontraba en un restaurante de una playa en Tailandia. Estaba a punto de probar el primer bocado cuando se detuvo una chinita frente a mí, tomó aire y escupió; así, sin anestesia, frente a mis pies.

A esas alturas del viaje, no es que hubiera sido el primer shock cultural que se me presentaba, ¡pero vaya! hay límites para la indecencia, y es que ese sonido, la antesala del escupitajo, me despertó… no sé… ¡instintos genocidas!

Al hablar de diferencias culturales, la línea entre lo que está bien y lo que está mal es muy delgada. ¿Quién nos asegura que el compás moral propio sea el criterio de evaluación de los demás?

Hay un Dios de los viajes que dice: ¡Aguántese, las cosas aquí así son! Y claro que esos contrastes son una buena rebanada de la aventura, pero mi pudor rosa mexicano, chocaba con la actitud desvergonzada de la tierna ancianita a prueba de burlas y críticas occidentales.

Tuve algunas ideas huecas y otras deslumbrantes (como sucede con todos los problemas de este mundo), pero mejor opté por dibujar una sonrisita tipo “buenos días licenciado”, como para perfeccionar su intocable decoro.

Comprendí que cuando nos decían que no debíamos andar descalzos no era un consejo, sino una instrucción. Y afiancé ese círculo vicioso de viaje-entusiasmo-algo nuevo-shock-angustia- felicidad- ¡yúju!

Y así, ad infinitum.

El resto del viaje siguieron escupiendo frente a mí: en restaurantes, trenes, baños, aeropuertos, pero igual yo seguí sonriéndoles.

¿Insurrectos? Yes…

 

Por Claudia Á. Facebook: leerentrelineas.clam

escupitajo

 

Viajar- (¿Las razones?)

Viajar es marcharse de casa,

es vestirse de loco

diciendo todo y nada con una postal,

Es dormir en otra cama,

sentir que el tiempo es corto,

Viajar es regresar.

Gabriel García Márquez

pies-descalzos

Yo creo que todos, en el fondo,  queremos viajar.

El problema es que para viajar la gente precisa un buen argumento. Se suele relacionar a los viajeros con vagabundos, el estereotipo de una persona holgazana que no hace nada de su vida.

Y ahí estás, quemándote el cerebro buscando una respuesta convincente para justificar tus ganas de viajar.

Estamos regidos por una sociedad con un molde muy bien establecido. Primero buscas A, luego consigues B, pero luego tienes que ir por C para convertirte en D; porque sólo así puedas darte el lujito de viajar.

Que nuestra felicidad esté condicionada por algo (o alguien), no significa que no sea válida o verdadera, significa que está coja, pero que igual camina. El problema es que así vamos, posponiendo nuestra voluntad y ajustándola para hacernos creer que tal vez después, que pronto, que la próxima…

Los demás necesitan validar tus razones para quitarte el estigma. Ese apuro de la humanidad por convertir todo en verdad personal, en axioma eterno; en un fin condicionado, te digo.

Bienvenido al palacio de la frustración. Ahí está la línea, la que divide a los que atraviesan de los que viven. ¿Desde cuándo los sentimientos meramente irracionales precisan de razones para volverse calificados? ¿Calificados para quién? ¿Calificados para qué?

Monopoliza bien tus caprichos. Manda a la mierda a quien debas, porque el mundo, específicamente el tuyo, no tiene la culpa de ser malgastado por cobardes o por quienes no estén dispuestos a hacer algo bonito por el lugar donde viven, qué digo bonito… ¡maravilloso! Y con esto también me refiero a ti.

Que al final del día el mundo no esté bajo tus pies, sino a tus pies…

Claudia Á.

https://www.facebook.com/leerentrelineas.clam/

¿No te da miedo viajar sola?

Por Claudia Álvarez

viaje

 

Pues mira sí. Decir que nunca he tenido miedo serían palabras muy irresponsables.

La palabra en sí ya aporta bastante angustia. Normalmente asociamos soledad con tristeza o ausencia de cariño; por eso nos asusta tanto.
La soledad impuesta puede ser un recorrido confuso y afligido, pero la soledad autoimpuesta puede conducir a cosas muy interesantes.

Viajar solo obliga a autoregañarse, autocontentarse, autoflagelarse, autoconsolarse y a autoanimarse; es decir, a tener el manejo total y absoluto de los estados de ánimo, y claro que es un camino difícil como su putamadre, pero ese conocimiento adquirido equivale a 5 libros de superación, 3 sesiones con el analista y a un buen sermón de tu mejor amigo finalizando en borrachera.

«¿En serio no te da miedo viajar sola?»

Pues no fue algo que planeé, simplemente las cosas se dieron así.
Durante mi viaje por Asia tuve la oportunidad de conocer a muchas chicas que viajaban solas, alardeando sobre los beneficios y rentabilidad espiritual que se consiguen bajo estas circunstancias.

No me malinterpreten, el viajar con alguien más (si se sabe elegir bien) puede ser una experiencia muy divertida, tal como fue mi caso, digno de protagonismo de otro artículo, por no decir libro.

Pero después de Asia me encontraba en un dilema, tenía ante mí la oportunidad de continuar mi viaje bajo esas condiciones tan recomendadas y tentadoras o esperar a que se presentara nuevamente la oportunidad de viajar con mi mejor amiga o algún candidato potencial para continuar la aventura.

Y pues, digamos que esperar nunca ha sido lo mío, era ahora o nunca  ¡y es que las cosas chula! tenemos que hacer que sucedan.
A veces reclamamos el milagro con la boca llena, sin atrevernos a pararnos de la silla para ir a buscarlo y lo que nos queda mientras todo se difumina, es ese absurdo miedo.

Así que opté por seguir mi viaje sola… Definitivamente he pasado por momentos difíciles, pero de ninguno me he arrepentido. Y claro que “sola” es un decir. Tu sentido de supervivencia te empuja a abrirte y confiar en la gente, y por ende, a conocer personas, muchas de las cuales se convierten en buenos amigos.

Al final, tu felicidad es inversamente proporcional a la abertura y paciencia que te tengas, y lo más importante, aceptarte por más duro que sea.

La paradoja es que, aprendiendo a estar en soledad es cuando realmente se aprende a estar con alguien, sin necesidad de poseerlo. Tu cariño no se ampara en el reconocimiento o chantaje, porque tu independencia emocional te permite valorar a la persona por quien realmente es y no por las carencias que es capaz de sustituir.

«¿Me juras que no te da miedo viajar sola?»

Pues es que el miedo nunca se pierde, y quien diga que sí miente (y lo sabe). ¿Qué gracia tendría la vida si no tuviéramos nada que perder?

Los horarios podrán ser escasos, la existencia simpática y desafiante, la comodidad natural, la complicidad verdadera, pero el respeto a la memoria y a los orígenes serán siempre constantes.

Además una vez jugándotela, no queda espacio para remordimientos.

 

Fear

 

Contacto:

https://www.facebook.com/leerentrelineas.clam/

Huevito Tinder sorpresa

Recuerdo cuando mi ex me dijo que pensaba que era gay y que era mejor separarnos, ocurrió en febrero de este año. Me puse a tragar como marrano y no me levanté de la cama por dos semanas; hasta que un día tocó a la puerta mi hermano para burlarse de mi desgracia. Recuerdo que mencionó algo sobre una colonia de cucarachas viviendo en mi bote de basura y después me dijo que la solución a mis problemas además de contratar a un exterminador era Tinder.

Al principio no le entendí, ¿Kinder?, ¿Huevito Kinder? le pregunté, y seguido le dije: sí, por favor ¡dame, dame!, ¡necesito más chocolate! y tú puedes quedarte con el juguetito sorpresa, pero me contestó: No idiota, ¡Tinder!, Tinder es una app para el celular, bájala, y se marchó con indignación.

Entonces con mucho trabajo estiré mi brazo y tomé mi celular que tenía mocos por tanta lloradera y bajé el susodicho Tinder. Pronto se iluminaron mis ojos… después de haber sido rechazada por un hombre, ahora tenía la oportunidad de rechazar también a miles de fulanos desconocidos con un sólo touch, no se me ocurría una mejor y más placentera venganza hacia el sexo masculino; qué importaba que no fuera a mi ex directamente… Literal mi dedo se cansó de picarle a tanto tachesito, hasta que de pronto vi fotos de güeyes realmente guapos, ¿y por qué no picarle entonces a la palomita?, digo… ¿qué podía perder si mi dignidad ya estaba por los suelos?

Y bueno, de las palomitas llegaron los matches, de ahí los mensajitos, y de los mensajitos las invitaciones a Facebook, de las invitaciones a Facebook los mensajitos ahora por Whatsapp, y de ahí las llamadas por teléfono para finalmente llegar a las incomodas citas…

No relataré todos los sucesos desafortunados que me ocurrieron en estas citas, que van desde silencios incómodos, personas que resultaban no ser la de las fotos, vómito e intentos de violación; simplemente diré que fue un grave y fatídico error. Ya que como ocurre con el huevito kínder todas y cada una de mis citas llegó con una sorpresita… pero no fue una sorpresa agradable, en realidad era cómo si cada vez que tenía una cita con alguno de estos hombres, me saliera uno de esos juguetitos que nunca entiendes bien como armar o que vienen sin algunas piezas, o que simplemente son juguetes estúpidos, sin ninguna utilidad, poco divertidos y feos.

No me malinterpreten, creo que bajo algunas circunstancias, quizás una en un millón… alguien pueda encontrar al amor de su vida en Tinder o por alguna de estas aplicaciones o innovaciones de internet, digo, la tecnología es imparable y la idea es que el humano se parezca cada vez más a un robot para que no tenga que esforzarse por prácticamente nada, y en realidad es una idea tentadora puesto que es divertido sólo estirar la mano y recibir cosas en automático.

Sin embargo, mientras siga siendo humana, entendí que mi solución no estaba en mi maldito teléfono, sino en sacar mi trasero de la asquerosa cama para ejercitarlo, porque la competencia ahora es más grande y no sólo es entre otras viejas, sino también entre otros güeyes con culos más perfectos que el tuyo.

Aunque bueno, también está la opción de respirar, de abrir los ojos y de convivir con el mundo, de simplemente sonreír. Porque uno nunca sabe, quizás el chico que te está pidiendo que le pases la cátsup en tu pizzería favorita, o el que quiere que le pases los limones en la taquería de la esquina ¡pueda ser el bueno!

Melissa Méndez

kinder

Crónica de un amor ranchero (fragmento)

Gustos

I

Re Mayor (tono para la dominación eyaculatoria de Dionisio)

 

Este gusto que yo traigo

Lo traigo pero no es mío

Me lo regaló un amigo

De San Juan Maravatío.

 

Sol Mayor (tono para alejar a Apolo del fandango)

 

En la mañana te espero, amigo

Dime si me voy al jardín de luz

O si me llevo a mis perros

Para no causar carrera forzada.

Te gusto como estival

Te gusto como animal

Nos gustamos en la tierra,

Comeremos primero el cuerpo.

Ya cataras después la flor,

Ya estarás rogando mi esplendor;

Comeremos luego de esta guerra.

Salid, amigo tras los huizaches un rato

Así, así calientito de amor.

II

¡Cuando te quiero te vas!

¡Cuando te aborrezco vienes!

Mira, por qué no te vas

Con quien más amores tienes.

Nací para contemplarte

De este gusto he de morir

Ay, amado que hoy te vi

Déjame otro rato hablarte:

Sutil en un puente de atrás

Tomé la flor de tus muslos

¿Ya olvidaste mis influjos?

Ay ¡cuando te quiero te vas!

 

De mi monstruo del que huyes

Te sostienes hoy prendido

Como un ganso en el quejido

¡Cuando te aborrezco vienes!

 

Yo te penetro por atrás

Tú me gritas confundido:

¡Ay, amor no soy pasivo!

Mira por qué no te vas

 

Terminamos en las pieles

Me subí los pantalones.

Tú te fuiste con dolores

con quien más amores tienes.

Re mayor

Me despido, me despido

Pero no de tu amistad

El gusto que tú me das

No lo hallé en otro quejido.

 

 

Marcha-Gay2

Pável J. Romero Solís 2013

Músico, escritor, actor.

pavelromero@me.com

Antes de convertirme en un robot de mi alegría

988664_553113771390961_551716153_n

Antes de convertirme en un robot de mi alegría, quisiera poder decir que tuve una revista, una revista cultural… Sí, sí, llenarme la boca con eso.

Si el “sí” fuera un camino o una acción concreta, sería un ojo único y medio ciego cual Moloch y todos esos, también tendría una boca y diría algo así como: “Muchachito, estoy a punto de entrar en tu mente de una manera tan abrupta que no necesitarás vaselina”, sí, diría algo como eso creyendo que es algo muy gracioso.

Pero para no hacer de este escrito algo muy largo, solo quisiera recalcar que el “sí” no se equipara con lo que representa una convicción o la materialización de una idea; una convicción en realidad no representa una opción, solo es algo que es, que surge antes, quizá mucho antes de cualquier duda.

Una convicción es un resquicio, un pellejo pegado a la carne, un motor, el alma antigua de un animal, pero también es tierra y todas esas cosas que están llenas de texturas y sensaciones como las terminaciones nerviosas. Mientras que el “sí” (y ni que decir del “no”) tan sólo es una maldita respuesta que carece de todas las preguntas primordiales, las preguntas que “son” mientras uno las está ignorando.

Recuerdo hace un año o algo así, cuando Daniela y yo salíamos a las calles de la ciudad (ahora CDMX) para entregar papelitos con frases de “arte”, escribíamos cosas de Dalí, de Castaneda, Frida, Arlt, y a veces cosas nuestras. Las repartíamos a quien fuera, seguro hubo quien creyó que era publicidad mierdera, quien se limpió el culo con ellas, quien pensó que era la dirección de un putero, yo que sé… quizá lo era involuntariamente. No había nada heroico, nada honorable o remarcable en este acto, tan sólo era un asunto de supervivencia; este proyecto (Colectivo Diciembre Diciembre) por lo menos para mí, lo es y lo sigue siendo. Yo en realidad entregaba esos papelitos para ver si lograba conectar con la vida, para ver si podía descubrirla en alguien más.

Aprendí más de esto que del teatro callejero, aprendí que a veces uno puede ver más allá del lente de contacto, de la séptima pared, porque todo es un asunto de perspectiva y profundidad que paradójicamente sólo puede quebrar la urbe. Yo siempre he estado muy necesitada del derrumbe, de sentir que no sólo hay abajo y arriba, de que no todo está dentro de un triangulo, porque cuando no logro salir de esto es cuando comienza a surgir el robot en mí, algo demasiado autómata que no respira.

El arte me salva de eso, lo que sea que pueda llamarse “arte”, me importan poco las mil y una definiciones correctísimas o de vanguardia que puedan existir, porque yo lo asumo en la piel como mi convicción, mi religión, mi amante, mi droga. Porque al final el arte también es eso que existe temblando en mis labios y que muy de vez en cuando me escupe en el pie para decirme que no lo es, que no es nada mío y que deje todo en paz. Pero ya es tarde para eso, porque no es una opción, es supervivencia y ya me ha sido concedida. Créeme, eso a lo que llamamos arte es supervivencia.

Probablemente todo esto se sienta perverso, penoso, masoquista, o tal vez se asemeje a eso que llamamos amor, me da igual, también me da igual si es algo así como un hijo o una enfermedad, un trauma, una realidad, una ilusión, una vibración, un sonido, una cursilería, un pálpito, una intuición… Y es que creo que la idea del Colectivo tan sólo vive para ser, para escapar del juicio, ¿y por qué?, porque no es una opción, tan sólo es lo que es, lo que quisiera creer que es (por ejemplo) el aire hoy y no mañana, después de su privatización.

Y un día tuvo un nombre, -nos llamamos Diciembre- me decía, y así se quedó, y luego volvió en coro, Diciembre… «Cuando las guerras nacen, cuando las guerras se pierden».