Insurrectos

Como que no acababa de estar preparada para aceptar lo que había pasado…

Me encontraba en un restaurante de una playa en Tailandia. Estaba a punto de probar el primer bocado cuando se detuvo una chinita frente a mí, tomó aire y escupió; así, sin anestesia, frente a mis pies.

A esas alturas del viaje, no es que hubiera sido el primer shock cultural que se me presentaba, ¡pero vaya! hay límites para la indecencia, y es que ese sonido, la antesala del escupitajo, me despertó… no sé… ¡instintos genocidas!

Al hablar de diferencias culturales, la línea entre lo que está bien y lo que está mal es muy delgada. ¿Quién nos asegura que el compás moral propio sea el criterio de evaluación de los demás?

Hay un Dios de los viajes que dice: ¡Aguántese, las cosas aquí así son! Y claro que esos contrastes son una buena rebanada de la aventura, pero mi pudor rosa mexicano, chocaba con la actitud desvergonzada de la tierna ancianita a prueba de burlas y críticas occidentales.

Tuve algunas ideas huecas y otras deslumbrantes (como sucede con todos los problemas de este mundo), pero mejor opté por dibujar una sonrisita tipo “buenos días licenciado”, como para perfeccionar su intocable decoro.

Comprendí que cuando nos decían que no debíamos andar descalzos no era un consejo, sino una instrucción. Y afiancé ese círculo vicioso de viaje-entusiasmo-algo nuevo-shock-angustia- felicidad- ¡yúju!

Y así, ad infinitum.

El resto del viaje siguieron escupiendo frente a mí: en restaurantes, trenes, baños, aeropuertos, pero igual yo seguí sonriéndoles.

¿Insurrectos? Yes…

 

Por Claudia Á. Facebook: leerentrelineas.clam

escupitajo

 

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