Un círculo perfecto en el lado superior izquierdo de la concha nácar,
dos conchas con la misma característica,
cada una es diferente: ésta, aplastada… esta otra, abombada,
el mismo círculo que los hormigueros o los hoyos del cangrejo en la arena, el iris del ojo… círculos, círculos, círculos…
El cabrito lija su cornamenta a la sombra del viejo y torcido abedul,
sus ojos beben el brote de ovejillas que pastan en el horizonte,
la ola crece,
la mujer se dispone a cremar a su difunto y el corazón salta de su espinoso tórax y muerde,
la redondez de la alta roca parece hecha a mano, una luna de nácar. Un sol de piedra, coco peludo. Las burbujas de tu mirada, la naturaleza es geométrica y aquí no cabe la casualidad…
La pianola pasa de una ventisca de corceles a un súbito naufragio,
hacia las diez de la mañana, el guardián del faro regresa a casa, la ola nos arrastra a la playa,
bravíos canes ladran a la vieja descalza y su transparente osamenta,
la arpía tiembla. Una estatua ríe. Sus ojos enrojecen. Nadie se percata,
el minuto escurre.
La erección en la entrepierna apunta al firmamento,
nubes constantes presagian la tormenta,
esta otra concha tiene forma de monte,
incluso con su fauna y flora.
¿Es el mismo cráter el del coral que el de la luna? Mírame mundo, mírame ¿en qué arrecife de conciencia me has plantado?
la arena que se revuelca en las olas es la fumarola de un volcán,
la espuma tiene el mismo material que las nubes,
las ondas de los rayos que penetran el agua son relámpagos, conexiones neuronales y la piel de una rana.
¿Qué hace una pluma en el mar?
Voy tirada por una brida de cornejas,
Voy pendiendo del hilo de mi boca…
T’SHIMBALTAH A METNAL, T’SHIMBALTAH A METNAL
Visitamos tu infierno, visitamos tu infierno,
CHEN TUS, CHEN TUS
sólo mentiras, sólo mentiras…
Voy diciendo incoherencia y cada palabra edifica un templo
voy escurriendo entre las ruinas, desnudo y lleno de espuma
voy bajando los peldaños
enmohecido y medio muerto.
Te veo convertida en un cuchillo que taja el viento
te veo como un soplo que desviste la llanura
vislumbro tu figura de vencejo…
Veo que oradas las alturas y finges un desvanecimiento…
El sol, el sol cae muerto. Me despierto y me detengo
Isis jadeante excitada con el vestido abierto a la sombra de la jacaranda,
nace Horus entre lloriqueos y un aullido lobezno,
hace demasiado viento, el serpentario grazna. Delira Horus indomable,
arranca con todo y botones la camisa de la memoria amamantando,
su cuello blanco y suave. Los ojos del falcónido. Sus ojos. La tarde.
Bebe Falco sediento el pecho sangrando,
cabalga y su crin se eleva tras briosos los saltos.
La tarde bajó la mirada. La memoria jadeante y colmada
que nadie toque la tierra de los muertos, sólo pueden tocarla los pies descalzos
algunas cornejas se avistan a lo lejos y llueve humo como sentencia.
Te amo agua que envuelves mis manos con camarones y blancas garzas que son velas del viento.